Hoy me comentaba una amiga, que su hijo de 11 años, no tiene claro dónde jugar a basket la próxima temporada.
Hasta ahora ha jugado en el colegio, pero destaca tanto su talento, que han intentado ficharle varios equipos.
Este verano se ha apuntado a un campus y lo quiere fichar un equipo provincial, que está dispuesto a darle una beca. Sin embargo, el niño duda porque dice que no estaría con los amigos del cole.
Me lo ha contado porque no sabe qué decir o aconsejarle para ayudarle a decidir.
Cuando le ha preguntado a su hijo, dónde se veía jugando cuando fuera mayor, el niño le ha contestado; “en la NBA”.
Ahí es donde mi amiga me pide opinión. Si tiene tan claro su objetivo, ¿debería empezar a enfocar su camino en esa dirección? En ese caso, elegir jugar en una liga superior, donde además de aprender más por la intensidad de los entrenamientos y los partidos, también iba a tener una mayor visibilidad, podría ser la opción más acertada. Pero es todavía un niño, donde la comodidad de sentirse en un entorno conocido, puede ser también una motivación para él, del mismo modo que el no sentirse integrado, podría provocar una frustración contraproducente.
Aunque su madre asegura que es un niño mucho más maduro de lo que corresponde a su edad, no deja de ser un niño en una etapa en la que se empieza a definir la personalidad y las experiencias vividas, que pueden dejar una huella más profunda, dado que los recuerdos se empiezan a fijar con mayor intensidad que en la infancia.
La verdad es que no he sabido qué responderle, pues nunca he trabajado con niños, donde hay que tener en cuenta otros factores que puedan afectar a su crecimiento, desarrollo y formación.
Pero he querido compartir con vosotros la cuestión, porque creo que sería interesante conocer opiniones desde distintos puntos de vista.
¿Creéis que no importa la edad que se tenga, si ya eres capaz de definir tu propósito vital? En ese caso, ¿hay que empezar a tomar decisiones, desde un punto de vista más objetivo, dejando a un lado consideraciones que pueden estar más enfocadas a otros ámbitos, como la felicidad pura de la infancia? ¿Puede confundirse un sueño pueril con un propósito de vida? ¿Hay que dejar que los niños tomen sus propias decisiones y cometan sus propios errores, o es conveniente conducirlos, desde nuestro propio criterio, de cara a que enfoquen su futuro profesional?
Me he especializado en el propósito de transformación exponencial para emprendedores y gente adulta, pero esta consulta personal me ha abierto una nueva visión que me ha aparecido atractiva, interesante y muy útil a nivel educativo.
Hola, trabajo con niños y tengo dos hijos adolescentes. Creo que no hay absolutos y siempre existe la diversidad, sin embargo estoy a favor de apoyar los sueños en la medida de lo posible, sin convertirlos en propios. Me explico, que yo apoye que mi hijo quiera ser futbolista sin hipotecar mi vida y si él decide otro camino apoyarle en su nuevo rumbo. Que apoye a mis alumnos en sus querencia, dando todo de mí, y me alegre cuando sean sus destinos, pero también me alegre que decidan otros, o sean otros los que hagan de mentores. Un abrazo, es solo mi visión, la que aplico en mi día a día.
Estoy muy de acuerdo con Laura. Creo que hay que apoyar a los hijos en las decisiones que tomen, aplicando ese grado de sensatez que, supuestamente, los padres tenemos más que ellos. Pero, yo también me pregunto si, cuando damos ese apoyo, estamos condicionando demasiado en ocasiones. Me planteo, por ejemplo, si Rafa Nadal a los 11 años, eligió dejar de llevar una vida «normal», para entrenar 4 horas al día (o más) y llevar una infancia diferente a la de los demás, para llegar a convertirse en el número 1. Y si alguna vez flaqueaba, porque prefería irse de campamento con sus amigos, en lugar de participar en un torneo, ¿los padres tienen que empujarle y explicarle que es un sacrificio que debe hacer si quiere alcanzar su propósito? ¿O deben dejar que tome su decisión y asuma las consecuencias? Como dice Ángel María, creo que trabajar el propósito desde la infancia, abre una línea muy interesante y que se debería también tratar desde los centros educativos, ¿no? Saludos.
Creo que la confusión está en hacerse un planteamiento a tan largo plazo. Si el niño puede y quiere pasar a un equipo superior, eso es un primer paso. Ahí habrá entrenamientos más fuertes, más exigencia, etc… Esa será la primera prueba.En función de cómo vaya eso, cómo lo tolere y si realmente tiene el talento necesario, será el momento de pensar en el siguiente paso. El resto es construir castillos en el aire.