Cuando somos adolescentes, el tiempo parece correr demasiado despacio. De repente, llega un momento en el que todo parece ir demasiado rápido y dejamos para más adelante, lo que hoy consideramos prescindible. ¿Realmente es así? ¿O estamos cediendo a otros las riendas de nuestra vida?
Cuando somos adolescentes, el tiempo parece correr demasiado despacio, alejándonos de ese objetivo que tenemos; hacernos mayores.
De repente, llega un momento en el que todo parece ir demasiado rápido y nos abruma pensar que quizás no tengamos tiempo suficiente para hacer todo lo que queremos.
Dejamos para más adelante, muchas veces inconscientemente, algunas cosas que hoy consideramos prescindibles. Y en muchas ocasiones renunciamos a ellas, porque consideramos que ya se nos ha pasado la oportunidad.
Pero, ¿realmente es así? ¿O estamos cediendo a otros las riendas de nuestra vida?
¿A qué edad dejamos de perseguir nuestros sueños?
Es curioso que, la edad media de las personas que mentorizo está en torno a los 40-45 años. ¿Casualidad? Yo lo llamo punto de inflexión.
Si miramos nuestra vida en retrospectiva, nos damos cuenta de que hace un tiempo no muy lejano, teníamos sueños por cumplir, pensábamos en todo lo que nos gustaría hacer, en cómo nos gustaría que fuera nuestra vida.
Pero de repente, te subes a un tren en marcha, al mismo tren al que se sube mucha gente como tú y en el que parece estar cómoda viajando.
El final del trayecto es obvio, todos llegamos a él, tarde o temprano. Pero ¿qué pasa durante el camino? ¿Estás en el vagón que realmente quieres? ¿Con la compañía que deseas? ¿Disfrutas del paisaje? ¿Te has fijado en las paradas que tiene?
Y en algún momento del camino, quizás en el kilómetro 40, te das cuenta de que no estás aprovechando el viaje. Te planteas por qué no has ido a otros vagones, por qué no te has bajado en alguna parada y has visitado el pueblo, por qué no te mueves de tu asiento, por qué no te acompañan pasajeros con los que congenias…
Los más osados, los más inquietos, los que tienen más consciencia de sí mismos, no solo se preguntan por qué están en ese tren, sino también para qué están ahí, y quieren descubrirlo, porque quieren hacer el resto del recorrido disfrutando de cada instante, entendiendo que no son solo pasajeros, sino maquinistas que pueden variar la trayectoria, porque quieren ser los auténticos protagonistas de ese viaje.
¿Queremos recuperar los sueños?
Es posible. Lo que pasa que, a cierta edad, nos da un poco de vergüenza admitir que tenemos sueños por cumplir. O puede que nos hayamos convencido de que los sueños son para los jóvenes, para cuando no tienes obligaciones, deudas, hipotecas, hijos…
¿Ya no es tiempo de soñar? ¿Has perdido la ilusión y la esperanza en cumplir tus sueños? ¿Te has olvidado de ellos?
Por eso nos animan a que saquemos a nuestro niño interior, porque los niños sí creen en los sueños. Y podemos soñar desde la perspectiva de la edad adulta. Algo que yo llamo «ser protagonista».
Porque quizás, asociamos los sueños a algo inalcanzable. Algo que, como define la RAE «esperanza sin probabilidad de realizarse».
Entonces, ¿para qué soñar?
Ahora contamos con la ventaja de que ya sabemos cómo hemos vivido unos cuantos años, y podemos reconocer cómo no queremos vivir.
Tenemos herramientas para conocernos, el primer paso necesario para saber adónde queremos llegar.
Tenemos la oportunidad de ser protagonistas, de contar nuestra verdadera historia, de dejar de estar perdidos y sin rumbo en nuestro camino. Porque hay otro, y en tu mano está encontrarlo, reconocerlo y transitarlo.
¿Te gustaría trabajar en ello? ¿Dedicarías un fin de semana a practicar las herramientas que puedo facilitarte para ser protagonista?
Aquí tienes más información:
TALLER EL CAMINO DEL PROTAGONISTA
Te leo en los comentarios.
¡Haz que tu vida cuente!
Ángel María